Me gustaría poder resumir lo que se me mueve por dentro en una frase o una palabra, no obstante, en este momento me siento tan vacía que de mi mente sólo brotan palabras bohemias sin sentido.
Cuando perdemos a alguien a quien hemos querido tanto después de una fuerte discusión, en el momento la furia causada por las palabras no nos permite sentir más allá del rencor. Viene más tarde, cuando nuestro corazón se calma y el rencor se guarda, que llega la añoranza, con fuerza y sin avisar, a decirnos que no será fácil poder olvidar.
Hoy, como prácticamente cada día desde que te conocí, no puedo dejar de pensarte. Llegaste a mi vida con tanta fuerza que creo que jamás llegaré a olvidarte. Fuiste mi amigo, mi confidente, incluso a veces parte de mi subconsciente, y cuando alguien ocupa un lugar tan grande en la vida de otro olvidar resulta imposible.
Vivimos mil historias, sabiéndolo siempre todo el uno del otro, todo. Fueron horas de abrirte mi corazón y mi mente. Horas, durante días, semanas, meses, años. Una unión que vimos romper lentamente, causando dolor y haciéndonos decir palabras que hieren hasta el alma. Un dolor que hiere más que cualquier daño físico, porque ningún dolor puede competir contra el daño hecho a un corazón. Nada causa un dolor tan eterno.
Dije que esto no me afectó, que me daba igual, que ya nada del pasado importaba. Y mentí. Me mentí. Te mentí.
Sé que no leerás esto, puede que, incluso, ya no recuerdes mi nombre. Pero yo, amigo mío, estoy segura de que jamás te olvidaré. Me atrevería incluso a decir que, en mi lecho de muerte, te sentiré aún dentro de mí, en algún lugar. Y es que tú, me guste o no, siempre ocuparás un lugar en mí. Eternamente sí.
Lierni
Lierni
No hay comentarios:
Publicar un comentario