El contenedor amarillo para el plástico. El azul para el papel y el cartón. El verde para el vidrio. El naranja para los aceites. El blanco para la materia orgánica y el rechazo. Y para los gases que creamos y toda esa mierda irreciclable, siempre nos quedarán la atmósfera y la naturaleza. A falta de pan, buenas son galletas.
Desde muy pequeñitos nos apuntan a colegios en los que se supone que nos enseñan cosas estupendas y super importantes que nos valdrán para el resto de nuestras vidas. Entre esas, entra eso de saber reciclar. Porque sí, en el colegio, entre otras cosas, nos enseñan que el papel hay que echarlo en el cesto azul y todo lo demás en el negro –o así era en mi colegio, al menos-.
Muchas veces me pongo a pensar en este tema y recapacito sobre aquel tiempo en la escuela. Normalmente suelo llegar a una conclusión muy simple que es resumible en esto: cuando vamos al cole, al igual que cuando salimos de él, lo que hacemos es básicamente lo que nos da la gana y nos permiten. ¿Qué quiero decir con esto? Que si la profesora no nos pillaba, y nadie que pudiera delatarnos miraba en ese momento, lo del contenedor azul iba en el negro y viceversa. Supongo que hay algo dentro de lo que nos hace ser humanos, una tendencia interna, que hace que hagamos justo lo contrario de lo que deberíamos hacer o se supone que es lo correcto.
Esta rebeldía es aplicable a más ámbitos de la vida que no tienen cabida aquí en este momento. Pero creo que sirven para poder respondernos cuando nos quedamos una tarde lluviosa a mirar por la ventana, sin saber qué hacer, y nos damos cuenta de que, aunque el ayuntamiento haya hecho todo lo posible para organizar de la mejor manera posible el asunto de la recogida puerta por puerta, la vecina del 2ºA ha sido más espabilada. Al sacar el perro a pasear, en vez de colgar la bolsa de la basura con el tipo de desecho que tocaba al día, se ha limitado a meter todo lo que tenía en una misma bolsa y tirarlo a la primera basura que ha encontrado en la calle, justo en frente del portal.
Porque sí, señoras y señores, ¿qué importan los medios que nos pongan para poder reciclar y poder cuidar un poquito más el entorno en el que vivimos para que los que vengan después puedan disfrutar de lo mismo de lo que hemos podido disfrutar nosotros? Seamos chulos y mezclemos basura para que no pueda ser reciclada, destruyamos la capa de ozono, ensuciemos las aguas, quejémonos de los proyectos bien montados para anteponer nuestra comodidad y demostrar nuestro poco espíritu de sacrificio por hacer el bien común. Que se note que evolucionamos de monos a hombres ‘civilizados’ para ser los seres que ayudarían a destruir el planeta. Damas y caballeros, olé nuestros huevos.
Lierni
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