Seguidores

sábado, 9 de abril de 2011


Hacías que me sentara a tu lado en el banco de la máquina de coser. Yo elegía una tela de las que tú me enseñabas, cogía a mi muñeca y te decía cómo quería que fuera su ropa para que tú la pudieras coser. Podríamos pasarnos tardes enteras riendo con nuestras tonterías, cosiendo y diseñando nueva ropa para mis muñecas. Después me ayudabas a vestirlas y me mandabas a jugar.
Yo saltaba de la silla y corría al salón a coger mis demás muñecas. Tú acababas de recoger todas las telas, recogías la máquina de coser y, despacio, te acercabas a la puerta del salón sin que me diera cuenta. Yo me sentaba en el sofá o ponía una manta en el suelo para juga.
Tú te asomabas por la puerta y me observabas sonriendo. Estabas satisfecha porque veías que disfrutaba con el trabajo que habías hecho. Que me hacía feliz el tiempo que habíamos pasado juntas. Que me gustaba estar contigo y que ambas disfrutaramos juntas.
Ya no puedes coser. Yo ya no juego con las muñecas. Tú no te acuerdas de cuando nos pasábamos tardes enteras riéndonos juntas. Yo recuerdo aquellos tiempos entre lágrimas. Tú sigues viéndome como a la niña pequeña que siempre fui para ti. Yo quiero volver a ser la niña que jugaba en tu regazo. Tú no quieres vivir, no así. Yo quiero que sigas luchando, porque por muy duro que sea tener que vivir así, no me imagino cómo sería una vida sin ti. Te quiero, abuela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario